Religiosidad, Mito e Identidad Chilota

Una de las manifestaciones más importantes de la identidad chilota dice relación con la religiosidad popular. Expresión de ella son las grandes festividades religiosas anuales como la fiesta del Nazareno de Caguach o de la Virgen de la Candelaria en Carelmapu…

El archipiélago de Chiloé conforma un universo cultural con características particulares. El tradicional aislamiento en que se desenvolvió la sociedad chilota fue un factor importante en la conservación de prácticas religiosas y lingüísticas del medioevo español, al mismo tiempo que se daba un intenso mestizaje e intercambio entre elementos culturales ibéricos e indígenas. En ese sentido, tanto la geografía como la peculiar historia del archipiélago durante el período colonial y la posterior incorporación al territorio chileno dieron origen a una cultura cuyas costumbres tradicionales poseen una identidad propia en relación a las del centro de Chile, núcleo social, político y económico del país.

Una de las manifestaciones más importantes de la identidad chilota dice relación con la religiosidad popular. Expresión de ella son las grandes festividades religiosas anuales como la fiesta del Nazareno de Caguach o de la Virgen de la Candelaria en Carelmapu. También la imaginería de santos vestidos; la singular arquitectura de sus iglesias, consideradas desde el año 2000 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, así como la propia organización de la comunidad religiosa, herencia de la evangelización jesuita de los siglos XVII y XVIII.

Aunque es un pueblo profundamente católico, el chilote mantiene un complejo sistema de creencias sobre el mundo mítico, cuyo origen atestigua los múltiples intercambios entre la cultura española dominante y el universo religioso huilliche. Divinidades del agua y del bosque que conviven sin problemas con la religiosidad católica; fórmulas mágicas a medio camino entre el imaginario medieval y el mundo mapuche-huilliche; brujos y chamanes cuya autoridad llegó a ser mayor incluso que la del propio Estado chileno, la mitología chilota es un mundo fascinante y extraño a la vez para los chilenos continentales. Por una parte, mitos que aluden a la oscura selva del interior de las islas, como el Trauco o la Fiura; por la otra, las divinidades del mar omnipresente, como el Millalobo o la Pincoya. En su mitología se encuentran también monstruos míticos como el Peuchén, el Basilisco o el Camahueto; relatos de origen como la lucha monumental entre Tentén Vilú y Caicai Vilú en los primeros tiempos del mundo, y mitos de tránsito como el Caleuche, barco de marineros muertos, o el barquero de Tempilcahue, encargado de cruzar a las almas de los muertos al otro mundo.

La brujería tuvo gran arraigo en la isla hasta ya entrado el siglo XX. Los brujos, alrededor de los cuales se ha construido también todo un sistema de creencias populares, llegaron a ser tan poderosos e influyentes durante el siglo XIX como el propio intendente de la isla. Agrupados en una sociedad secreta denominada la “Recta Provincia”, conocida popularmente como la “Mayoría”, contaron con una compleja organización que fue parcialmente desmantelada durante el famoso juicio a los brujos de Chiloé de 1880.

El lento proceso de apertura de la isla al resto del mundo que comenzó en 1826 con la anexión de Chiloé al territorio chileno y que se aceleró a partir de la década de 1960, ha ido transformando gran parte de las manifestaciones culturales tradicionales. Las transformaciones económicas, la introducción de nuevas relaciones sociales de corte capitalista y la influencia de los medios de comunicación han debilitado los antiguos lazos comunitarios, relegando un buen número de las costumbres tradicionales a sitios cada vez más remotos y aislados.

Imagen de wladimir rupcich en Pixabay

Páginas: 1 2